Entendiendo a Venezuela

Es difícil entender la situación de Venezuela si no se es venezolano y se ha vivido en el país bastante tiempo. Es una sociedad compleja, llena de contradicciones, con unas realidades que nos hacen únicos inclusive dentro del subcontinente Latinoamericano. Nuestra historia, ubicación geográfica, desarrollo político, migraciones y recursos naturales hacen una amalgama bien particular.

viernes, diciembre 08, 2006

La Adolescencia Política

Mis compañeros de tertulia me han oído hablar de la inmadurez política de los venezolanos, pero luego de reflexionar un poco sobre el término, prefiero el que utilicé como título de esta entrega “La Adolescencia Política” por las siguientes razones:

En los 70’s leí un libro sobre psicología que tuvo mucho éxito llamado “Yo estoy bien, tu estás bien”, donde el autor exponía las ideas de la escuela del “Análisis Transaccional” que utiliza como base la teoría de que en realidad tenemos tres facetas en nuestras mentes que se conjugan para definirnos como personas: el padre, quien sigue las reglas que nos enseñan o imponen las personas que nos educan (padres, maestros, adultos de influencia en nuestra niñez y adolescencia) y que nos permiten sortear algunas situaciones en la vida sin necesidad de utilizar el raciocinio en profundidad, ya que sólo hace falta aplicar la regla aprendida (“Se debe estudiar en la universidad”, “hay que lavarse las manos antes de comer”). Esas reglas no se ponen en tela de juicio, se siguen porque quienes nos las legaron son personas que cuentan con nuestro completo respeto, credibilidad y confianza. El adulto, que se supone es la parte completamente racional y objetiva, que es capaz de analizar la situación y tomar las decisiones para actuar en función de criterios lógicos. Controla la impulsividad y pretende “hacer lo correcto”. Y el niño, que se rige por la emocionalidad y por el “yoísmo” natural de los niños, donde el mundo está centrado en ellos.

Pero, recientemente, fui a un seminario donde nos hablaron que ahora existe una faceta adicional en el análisis transaccional: El adolescente. Es la parte de nuestra mente que refleja las características comunes y generalizadas que tenemos antes de llegar a ser adultos: rebeldía, sentimiento de yo-todo-lo-sé, yo-todo-lo-puedo, no-tienen-que-decirme-nada, vamos a divertirnos, etc. Una etapa por la que todos debemos pasar para practicar y aprender a ser adultos, durante la que se cometen muchos errores, se toman decisiones equivocadas, se pone en tela de juicio la sabiduría de los adultos y se vive en la despreocupación y la celebración.

Si me permiten decir que las sociedades pueden ser categorizadas según su comportamiento colectivo utilizando calificaciones de tipo individual, yo diría que Venezuela aún esta en su adolescencia política como país.

Fíjense en sus características: las campañas políticas llegaron a ser fiestas más colectivas, públicas y alegres que los carnavales. El gancho para atraer gente es más la festividad que el mensaje que se pueda transmitir. El plan de gobierno que pudiera tener un candidato, no era en lo absoluto lo que la gente en general evaluaba, sino simplemente qué partido político permitía y promocionaba más la celebración.

La actitud general de los votantes es facilista, despreocupada y hasta irresponsable. “Voto por fulano de tal porque ese es como yo: mujeriego, bebedor y vivo.” O “Este sí que va a arreglar las cosas.” La mayoría se ha dejado convencer más por promesas que por hechos, más por la imagen que lograban vender que por un análisis aunque sea mínimo de las intenciones y la historia del candidato en cuestión.

Así mismo, el triunfalismo se apoderó de la lógica detrás del voto: “Yo voté por fulano, porque yo no voy a ‘perder’ mi voto”. Esa característica tan venezolana de querer pertenecer al equipo ganador, que nos hace sentir mas brasileños que los propios brasileños cuando seguimos ávidamente la Copa Mundial de Fútbol cada cuatro años, sin querer percatarnos que los brasileños ni nos toman en cuenta al respecto, ni quieren hacernos partícipes de sus logros tal como lo dijo de una manera bastante grosera Ronaldo, una vez que un periodista venezolano lo entrevistó al respecto. Dijo algo como que los éxitos de la selección de Brasil pertenecen a los brasileños y a más nadie. Pero, ha sido la selección más ganadora de la historia y los venezolanos que no tienen inclinaciones emocionales de otro tipo hacia algun otro país, se sienten inclinados a sentirse brasileños, para sentir que “están en algo”, que están en el equipo ganador.

Recuerdo con una mezcla de asombro y decepción que un amigo que ha sufrido las consecuencias de los desatinos del actual gobierno y que, por lo tanto, ahora lo adversa, me confesó que el había votado a favor del partido gobernante. Es una persona con educación internacional, de clase media, que tuvo la oportunidad de ver y entender las realidades del país. Lo habría hecho, si se hubiera querido dedicar un poco a ello. Pero al preguntarle cual fue el criterio que utilizó para tomar la decisión de por quién votar, me contó que simplemente pensó que el actual presidente era quien iba a arreglar los problemas que tenía el país y que entonces todo iba a mejorar rápidamente y para siempre.

Esa es la posición que yo llamo facilista y de extrema comodidad. La mayoría de los venezolanos piensan que ellos no tienen responsabilidad política ni social. Que los problemas son generados y deben ser corregidos exclusivamente por quienes asumen el gobierno. Según este gran grupo, los ciudadanos individualmente no deben aportar nada para que el país tome el camino que a todos les gustaría que tomara. Esa mayoría se niega a “sudar” su parte. Es más cómodo esperar al “mesías”, a ese gran líder que les va a evitar el sufrimiento de tener que negarse a pagar corrupción, que va a perfeccionar el sistema educativo, que mágicamente va a lograr que el país funcione sin necesidad de que cada uno de los venezolanos cambie su perspectiva y su posición con respecto al rol que deben jugar dentro de la vida diaria del país.

Claro, esta inmadurez política, por la que tomamos las campañas de guachafita, se mezcla con otros factores, como son la falta de principios y la abundancia obtenida de la renta petrolera, para producir efectos como haber tenido una cadena de gobiernos que han empeorado su desempeño de una manera exponencial en el tiempo, haber creado una sociedad donde la relación riqueza-mérito no tiene ninguna correlación, donde es más importante la apariencia que el contenido.

Nuestra inmadurez política permitió que Carlos Andrés Pérez llegara a la presidencia la segunda vez, porque la gente pensó que con él iba a volver la bonanza de los 70’s. Nuestra inmadurez política permitió que Rafael Caldera volviese a imponerse sobre la generación de relevo a la que nunca le dió real oportunidad, solamente por un discurso elocuente que dió en el congreso en la época en que destituyeron a Carlos Andrés Pérez. Nuestra inmadurez política permitió que Hugo Chavez ganara las elecciones masivamente, sin haberse realizado realmente un análisis de quien era la persona, cuales logros había tenido y cuales eran sus verdaderas intenciones.
Por esa ligereza en el análisis la mayoría de los que votaron a favor del actual gobierno pensaron que su equipo iba a solucionar los problemas de corrupción, de seguridad pública y fiscales. Pareciera que pensaron que se había creado un partido de la nada, donde todos los integrantes eran defensores estoicos de la virtud total. ¿Es que acaso no era evidente que todos los oportunistas de los mismos partidos, que los votantes rechazaban y querían castigar, iban a “saltar la talanquera” para mantener o lograr privilegios? Los venezolanos fueron bien ingenuos o bien superficiales. Y estas dos son características de los adolescentes: la ingenuidad y la superficialidad.

Otra demostración de la inmadurez con la que asumimos nuestra realidad política es la manera en que manifestamos nuestro desacuerdo y descontento con las actitudes y acciones de los protagonistas del actual gobierno. Desde la campaña para las elecciones de 1998, han circulado montajes fotográficos y caricaturas de los personajes del gobierno que únicamente se dan a la tarea de tratar de ridiculizarlos. Pero no entregan un mensaje más allá que la necesidad de desahogar un sentimiento que puede ser odio o frustración, pero que no da bases para hacer un análisis de por qué los adversan o los critican.

Es como unos “grafitis” que aparecieron a finales de los 70’s en los alrededores del básico de medicina de la Universidad Central en Sebucán que decían “Richard se regala”. (Me recuerdo con humor de ello porque tenía un gran amigo llamado Richard que estudiaba en ese recinto que se resentía de las bromas y aclaraba siempre que no se referían a él). Seguramente era la manera de ridiculizar a algún compañero para vengarse o para resaltarse a si mismo hundiendo a otro, que es un método muy utilizado por mentes inmaduras para sentirse “realizados”. De nuevo, demostraciones de adolescentes.

Así mismo, la manera procaz y ofensiva con la que adornan las referencias a esos personajes del gobierno cuando escriben algunos mensajes que viajan por Internet o en los espacios de opiniones como blogs. Si bien es cierto que Chávez es el epítome de esos métodos y modales (nada más ver sus referencias a Bush y a Condolezza Rice es suficiente), ese no es argumento para que tengamos que caer en la provocación y mantener un “diálogo” (entre comillas, porque a ese nivel eso no se puede llamar diálogo) a un nivel tan deplorable.

Para mí esa es una demostración más de la ligereza con la que se asumen las responsabilidades políticas. No hay un proceso serio y racional para evaluar la situación de la mayoría, sino una simple demostración de la emocionalidad: me gusta o no me gusta, me cae bien o no, etc. Y precisamente porque se maneja a puro nivel emocional es que vemos que la única estrategia utilizada por los partidos para convencer a esa masa de “emocionales” que les ha dado el triunfo es la manipulación emocional.

Las emociones son parte indispensable y natural del ser humano, pero eso no implica que ellas sean las que dicten los criterios para tomar todas decisiones. Pero, de nuevo, son las que guían la mayor parte de las acciones y reacciones de los adolescentes. Y como los adolescentes, la mayoría de los venezolanos asumimos nuestra vida política emocionalmente.

viernes, noviembre 17, 2006

Falta Identidad III

Para los años 50’s, Pérez Jiménez comienza un plan de inmigración selectiva con la intención de poblar a Venezuela con gente que trae oficio, para impulsar de nuevo el agro, que había sido abandonado por los campesinos para buscar los beneficios de las empresas petroleras, y para también impulsar la construcción. Estos trajeron sus costumbres y se agruparon para mantenerlas. Y como fueron los que se adueñaron del comercio, nos acostumbraron a comer más manzanas que merey, más peras que caimitos, más ciruelas que semeruco. Era más fácil conseguir frutas importadas en los mercados que frutas autóctonas, pues no se había fomentado la producción comercial ni se había promocionado su consumo.

La curiosidad que producen sus costumbres, el hecho de que ellos son los que toman el liderazgo del comercio de comestibles y de restaurantes, hace que vayamos olvidando muchas de nuestras costumbres y nuestros platos. Pareciera que la nuestra no fuera digna de entrar en el mundo de la alta cocina. Hay muy pocos restaurantes que en verdad resaltan nuestras recetas propias. De hecho, al venezolano le cuesta pagar caro por comida criolla. Y muy poca gente decide vestirse de gala para ir a comer en un restaurante que se especialice en comida criolla. Esos sitios normalmente son de corte informal.

Y menos aún hemos sido capaces de exportarla. Una de las razones más importantes, no se puede negar, es que el venezolano no había sido emigrante. Ese fenómeno se ha dado de manera significativa solamente en los últimos años. Obviamente, una gran concentración de miembros de un mismo gentilicio crea un mercado natural para un restaurante que ofrezca comida típica del país en referencia. Pero esa no es la única causa. Los franceses no tienen grandes colonias de sus paisanos en ninguna parte de América –exceptuando la grandemente despoblada Guayana Francesa y alguna isla del Caribe- y sin embargo su cocina es conocida mundialmente. Así mismo, la comida mexicana.

Un gran amigo arguye que los venezolanos que han emigrado recientemente no sienten la necesidad perentoria de crear centros venezolanos en sus ciudades adoptivas porque se ha dado en una época y con unas características que diferencia la situación de los emigrantes de épocas anteriores. Por un lado, los venezolanos de reciente emigración son, en una gran mayoría, personas de alto nivel de educación y/o de poder adquisitivo elevado, lo que permite mantener el cordón umbilical con Venezuela retornando con frecuencia y no necesitar satisfacer sus necesidades venezolanas en sus nuevos lugares de residencia. Y por otro lado, la reducción de los costos de transporte y telecomunicaciones (boletos aéreos, teléfono, internet) hace muy asequible mantener el contacto casi diario con su país de origen. Sea física o virtualmente.

Aunque le consigo méritos al argumento, aún pienso que prevalece la naturaleza de la idiosincrasia del venezolano para no crear esos centros de preservación y difusión de la cultura venezolana en el extranjero. Una idiosincrasia que subestima esas costumbres por sentirlas poco dignas de resaltarlas al percibirlas como menos relevantes que las de otras regiones.

A todas estas, esos inmigrantes con su indiscutible capacidad de trabajo y con el oficio que traían se convierten en empresarios líderes del país. Y entonces refuerzan la idea subliminal de que los extranjeros son mejores que los venezolanos. Que lo de afuera es mejor. De hecho, “importado” llegó a ser un adjetivo con acepción intrínseca de “mejor que lo hecho en Venezuela”. Así viniera de centros de producción de baja calidad de Asia oriental. Lo que nunca tuvo una asimilación fue el hecho de que el éxito se debió a la capacidad de trabajo, el sentido de responsabilidad y la constancia con que esos extranjeros afrontaron sus proyectos.

La presencia de inmigrantes es tan pronunciada en el país que, por ejemplo, casi la mitad -18 de 37- de mis compañeros de promoción de bachillerato son hijos de extranjeros: Colombianos, Peruanos, Españoles, Italianos, Portugueses, Puertorriqueños.

Otro factor que coadyuvaba a que no tuviéramos una identidad común a lo largo y ancho del país, que nos unificara en nuestro gentilicio, era la falta de facilidades de transporte y medios de comunicación. No es hasta la mitad del siglo XX que se empiezan a construir la red de carreteras que ahora, a pesar de lo deterioradas, unen a toda la nación. Así mismo, el transporte aéreo comienza a utilizarse con gran intensidad a partir de los años 60s. Las redes telefónicas que permiten el discado directo nacional e internacional empiezan a funcionar a mediados de la misma década. La televisión se empieza a ver en una gran parte del país también en ese tiempo.

Todo lo anterior permite, por fin, un intercambio comercial y cultural entre las diferentes regiones del país –el Zulia, los Andes, los Llanos, Oriente, Guayana, el Centro-Norte y las Costas- que guardaban unas características individuales tanto en sus comidas como en sus variaciones lingüísticas y ciertas costumbres. Pero al tiempo que se empezaron a intercambiar esas manifestaciones culturales, ellas se vieron opacadas por las de los inmigrantes y terminaron en su gran mayoría casi desapareciendo.

Y luego, cuando llega la gran bonanza petrolera al momento que por el destino confluyen la decisión del gobierno de Carlos Andrés Pérez de nacionalizar la industria petrolera con los problemas del Medio Oriente, los venezolanos, en vista de que nuestros propios capitales no crean una infraestructura atractiva para el turismo, que no crean un parque industrial para producir bienes y servicios que atrajeran al consumidor, se vuelcan a hacer turismo en el extranjero –el efecto mayamero- lo que produce una importación mayor de cultura extranjera.

Encima, esa misma bonanza permitió cubrir la escasez de cupos en las universidades nacionales otorgando becas para ir a estudiar al extranjero. Una buena cantidad de los beneficiarios se quedaron en los países donde estudiaron, y los que regresaron, trajeron una buena dote de costumbres nuevas.

Si se toma en cuenta que ya de base no había un amor fuerte por el país, toda esta oleada de situaciones alienantes que se volcaron sobre Venezuela durante todo el siglo XX, hicieron que se sembrara en la mente de la mayoría de los venezolanos que “lo venezolano” no es atractivo, que no tenemos mayores razones para sentirnos orgullosos y querer mantener nuestras costumbres donde quiera que estemos. No intentamos venderle Venezuela a los foráneos. Tenemos una tendencia más bien de adoptar sus culturas, sus costumbres, sus comidas, su música.

Estoy claro en que estas impresiones no son aplicables a todos y cada uno de los venezolanos. Y es muy posible que haya omitido algunos otros factores que inciden en el hecho de que no tengamos una identidad fuerte. Pero considero que éstas son las principales y más evidentes causas que produjeron ese efecto.

¿Hay maneras de modificar todo esto? Si. Un cambio en las directrices educativas ayudaría muchísimo. En los programas de educación primaria y secundaria no se hace suficiente énfasis en resaltar y engrandecer lo venezolano. Aunque se resaltan los logros de los héroes de la independencia, también se comete el error de endiosarlos de tal manera de que los colocamos en una posición distante que los mantiene lejos del alcance de los ciudadanos corrientes. Los venezolanos no se identifican realmente con sus próceres, no los conocen a fondo. Y aparentemente no les interesa mucho conocerlos. Y creo que esa falta de interés nace de ese endiosamiento mal dirigido. Cuando en un país se castiga con “planazos” en el mismo estrado a un artista extranjero que trata de hacer un halago a su público venezolano interpretando su himno nacional con su instrumento que no es parte de la tradicional banda marcial, yo concluyo que hay una mala interpretación de lo que es el respeto a los símbolos patrios, y por extensión, a los protagonistas de nuestra historia independentista.

Otra iniciativa debería venir de los medios de información de masas. Los medios impresos, la televisión y la radio deberían asumir su parte en lograr que lo venezolano se vea resaltado. Ellos son los expertos en lograr crear un aura de grandeza alrededor de cualquier producto o persona. Pero nunca lo han intentado con la tenacidad necesaria, utilizando todas sus habilidades para lograrlo.

Pero, de nuevo, el factor más importante es la responsabilidad que cada uno de los venezolanos debería asumir individualmente. Cada uno debería tomarse el trabajo, que eventualmente se convertiría en gusto, de aprender sobre su historia y su legado cultural. Y así mismo procurar dar esa enseñanza a sus hijos.

Entre las costumbres más dañinas que tiene la cultura venezolana son las iniciativas destructivas que tienen los políticos referentes a sus contrincantes y sus obras. Uno de los casos más patéticos fue la actitud asumida hacia las obras comenzadas y realizadas por la dictadura de Pérez Jiménez. Nadie puede negar que desde el punto de vista de ingeniería son obras magníficas, pero por ser un símbolo de lo que los partidos “democráticos” querían hacer olvidar, pues decidieron no darles continuidad ni mantenimiento. Maniobra que produjo un gran daño al patrimonio del país y que, en algunos casos, retrasó la creación de infraestructura indispensable para proseguir con el desarrollo del país. Esa manera de asumir la “guerra política”, muy lejos de resaltar las virtudes del país, ayuda más bien a desaparecerlas o, por lo menos, a disminuirlas.

Hasta aquí hablé del impacto de las inmigraciones, las culturas extranjeras y nuestra propia hitoria en nuestra percepción de "lo venezolano". En mi próxima entrega escribiré sobre como el venezolano asume su vida política y las consecuencias que ello ha tenido para que Venezuela esté en la situación que tiene actualmente.

lunes, noviembre 06, 2006

Falta Identidad II

Siendo un territorio sin mayores riquezas minerales en la época de la colonia, cuando se acabaron las perlas en lo que ahora es el Estado Nueva Esparta, y conocida como Nueva Cádiz en la época, poca gente se interesaba por el territorio de Venezuela. Apenas a finales del siglo XVIII fue que la elevaron a Capitanía General. Solamente se explotaba con cierta importancia el cacao en la zona de Chuao y por ello a veces los piratas holandeses se aparecían en esa zona a hacer de las suyas. El país contaba con una densidad poblacional baja y la única sociedad de cierta importancia era, naturalmente, la de Caracas, ya que era la ciudad más cercana al puerto de La Guaira que era prácticamente el único que se utilizaba para el comercio con el exterior. Por lo tanto, un sentimiento de orgullo, de nación, de gentilicio, si existía, era compartido por muy pocas personas. Hay la percepción de que los grandes hombres en Venezuela se extinguieron con la Guerra de Independencia. Y yo comparto esa percepción. Aquellos hombres que dieron su vida por el país, -y no seamos ingenuos, no lo hicieron exclusivamente por altruismo pero sí con mucho romanticismo- no tuvieron relevo luego de su muerte. No nació después de esa generación un grupo de hombres que pudieran tomar responsabilidad de guiar al país en función del bien general. El país desde entonces ha estado liderado por personas a quienes los guían únicamente sus intereses personales. Recuerdo una anécdota que leí en alguno de los libros de historia venezolana que se refería a una ocasión en que el recién formado congreso de la Primera República le tocó enfrentar una revuelta. No recuerdo el nombre del congresante ni las palabras exactas que le atribuyen, pero el hombre al oír la arenga de un compañero donde los conminaba a todos a quedarse en las instalaciones del Congreso y resistir a los que protestaban salió con una de esas típicas salidas jocosas donde alegaba una razón “válida” tipo “más vale cobarde vivo que valiente muerto” que le causó gracia a todo el mundo y les dió la excusa a todos para salir corriendo y no defender a la República. Recuerdo que en aquel entonces decidí que ese era el precursor del típico político de nuestros días: disfrutan de los beneficios del poder pero no asumen las responsabilidades que conlleva.

También recuerdo algunas referencias de Herrera Luque donde ya desde la Colonia había residentes en el territorio venezolano que desdeñaban al país. Como se puede observar, ya había un menosprecio arraigado por el país, y una falta de patriotismo y de integridad que poco podían ayudar a los ciudadanos de Venezuela a sentirse identificados con su país.

Luego vienen los efectos de la despoblación debida a la guerra de Independencia, que alejó a muchos venezolanos de su tierra para llevarlos a pelear por otros países y que llevó a la muerte a una buena cantidad de ellos. Como también vinieron los efectos de las sucesivas migraciones que hubo en el país. De estas migraciones, las que tuvieron más incidencia en nuestra manera de ser son las debidas al nacimiento y desarrollo de la industria petrolera, las planificadas que empezó Pérez Jiménez y las de los suramericanos que vinieron a buscar refugio y fuentes de ingreso a partir de los años 60, debido a que en sus países las guerrillas de izquierda y las malas administraciones públicas les hacían imposible sobrevivir en sus países de origen.

Ya Antonio Guzmán Blanco, con su “despotismo ilustrado”, había sembrado la idea de que lo bueno era lo francés. Puedo concluir que eso alimentó en la mente del venezolano la idea de que no era capaz de producir cultura propia de alto nivel. Que era mejor importar las costumbres y las artes de las potencias clásicas. Y eso debió tener cabida fácil en el pensamiento de una población que carecía de acceso a la educación básica y más aún a la avanzada. Venezuela entonces era un país principalmente rural que había pasado de depender del cacao a depender del café. Economía esta que tendería a la extinción con la llegada de la industria petrolera en el siglo XX.

El Benemérito, General Juan Vicente Gómez, sumió al país en un gran retraso que le impidió hacer seguimiento a los desarrollos que se estaban dando en otras naciones. Es por ello que cuando llegan las transnacionales petroleras hacen de las suyas imponiendo sus condiciones al tener el control de los capitales y la tecnología, además de contar con el respaldo de la “Ley del Garrote” a la que había acostumbrado Estados Unidos al mundo. Vinieron a construir oasis residenciales altamente tecnificados y dotados con bienes importados en zonas que hasta ese momento habían permanecido impolutas. Construyeron sus edificios sede y urbanizaciones modernas en Caracas, Maracaibo y Barcelona.

Tanto la infraestructura como los salarios atrajeron a los depauperados campesinos que habían sido explotados desde la Colonia y abrazaron la cultura norteamericana con entusiasmo. Las pruebas más contundentes de ello son los innumerables anglicismos que se adoptaron: guachimán, macundales, etc. Adicionalmente, somos el único país de Sur América donde el fútbol no es el primer deporte. Por la influencia norteamericana, nuestro deporte rey es el béisbol. Así mismo, desarrollamos un vocabulario que nos diferencia aún hoy en día de nuestros vecinos: no decimos papaya sino lechosa, no decimos maracuyá sino parchita, no decimos sandía sino patilla, etc. Supongo que con esas tendencias, se origino el menosprecio de lo nacional y se empezó a adoptar lo extranjero como lo bueno.

Esta bonanza inicial también atrajo inmigración. Con ella llegaron grandes cantidades de norteamericanos, holandeses y británicos para trabajar en las respectivas petroleras ya que Venezuela no contaba con gente con el conocimiento de las técnicas y tecnologías de esa industria. Así mismo, empezó a llegar gente de Colombia para tomar puestos de mano de obra no calificada.

Todos estos grupos vinieron con su cultura y los locales adoptaron mucho de ello. Una prueba de que hasta los colombianos nos empezaron a influenciar es que las grandes orquestas que tuvieron tanto éxito en el país, La Billo’s Caracas Boys y Los Melódicos, tenían un repertorio con gran contenido colombiano. Venezuela nunca ha producido un gran repertorio de música bailable. Ni hemos podido exportar con éxito nuestra propia música, a pesar de que hemos tenido artistas populares de gran proyección internacional, pero no interpretando nuestra música. De hecho, hace poco tiempo, tuve la oportunidad de atender una presentación de La Billo’s en Houston, Texas, donde prácticamente dedicaron toda la noche la música a los colombianos, ya que casi todas las piezas eran de ese origen.

Hasta aquí hemos recorrido hechos que ocurrieron hasta alrededor de la década de 1940-1949. En la siguiente entrega, continuaré presentando mis ideas sobre las causas que han producido que los venezolanos no sientan un fuerte orgullo patrio y una alta afinidad con sus compatriotas cuando se encuentran en el extranjero, incluyendo hechos ocurridos hasta el presente.

domingo, noviembre 05, 2006

Falta identidad I

En la entrega anterior hablé sobre mi percepción de que los venezolanos no se identifican con su país como lo hacen otras nacionalidades. Fíjense en los colombianos. Por muchos años los tuvimos como nuestros vecinos pobres. La corrupción de su oligarquía -esa SI es una oligarquía, heredada del Virreinato de Nueva Granada- la devastación producida por la guerra que sostienen la guerrilla de izquierda y los paramilitares, las consecuencias de los carteles de la droga, que empezaron con la producción masiva de marihuana por los guajiros y terminó en producción de cocaína, produjeron un gran empobrecimiento de la población y mantuvo a todos sus habitantes a un paso de la muerte por la violencia provocada por todos esos grupos.

Por mucho tiempo ellos nos veían con cierto resquemor, pues realmente en Venezuela se desarrolló una "colombo-fobia". Una de las razones fue la masiva migración de colombianos hacia Venezuela por los caminos verdes. La inmensa mayoría de este grupo, aparte de indocumentados, era de baja preparación y migraron dispuestos a lo que fuera para sobrevivir y poder enviar remesas de dinero periódicas a sus familias que se quedaban en su lugar de origen.

Debido a ello, a los venezolanos les tocó conocer las muestras menos atractivas del hermano país: empleadas domésticas que robaban las pertenencias de los empleadores, timadores de calle y, por primera vez, bandas organizadas para distribución de drogas y perpetración de ilícitos. Era natural que con la gran cantidad de colombianos que migraron a Venezuela, los productores de droga aprovecharan de expandir sus mercados. Y la riqueza y despilfarro creado por la bonaza petrolera actuó como magneto para atraer a los indeseables. El colombiano en Venezuela llegó a ser sinónimo de ratero y maleante.

Los venezolanos venían de estar acostumbrados a la extrema seguridad personal que la dictadura brindó durante los años 50, y por ello todo este nuevo movimiento de ilegales los agarró de sorpresa. Aparte de la natural permisividad y pasividad de los cuerpos de seguridad que no hicieron todo lo necesario por parar esa avalancha de inmigrantes y las actividades delictivas que cometían.

El bolívar estaba fuerte, a un cambio que superó los 12 pesos por bolívar en los 70s. Durante los primeros 30 años de democracia después de la dictadura de Pérez Jiménez, Venezuela tuvo una explosión económica y un bienestar únicos en Latinoamérica. Además, produjo más Miss Mundos y Miss Universos que cualquier otro país del mundo. Los venezolanos se sentían la tapa del frasco. Había dinero para ir cada vez que se antojaba a Miami a comprar.

Sin embargo, a pesar de estar en una situación de gran desventaja y teniendo en apariencia poco de lo que sentirse orgullosos, los colombianos siempre "tiran pa' su lado". En el exilio se ayudan unos a otros. Les gusta mantener sus costumbres, comer su comida, tomar su "aguardientico", mantener el contacto con su tierra, oír su música. Y no se puede negar que el colombiano históricamente ha tenido una formación en urbanidad y modales que es superior a la del venezolano. Eso se debe posiblemente a que Colombia, durante la colonia, disfrutó de estatus de Virreinato, mientras Venezuela era nada más una Capitanía General de bastante bajo perfil. Sin embargo, en Venezuela se llegó a usar "caliche" como sinónimo de "chimbo", imitación de mala calidad.

Pero miren ahora: sus artistas tienen una proyección mundial sorprendente, sus bellezas ahora opacan en algunos casos a las venezolanas -una vez una gran amiga colombiana me comentó que en Colombia corría la especie de que a las venezolanas las formaban principalmente para ser "Misses"- y sus empresas han estado comprando el parque industrial y comercial venezolano. Sus ejecutivos tienen posiciones superiores a las de los venezolanos en prácticamente todas las empresas que tienen presencia regional. Las corporaciones internacionales prefieren instalar sus plantas y oficinas principales en Colombia, a pesar de la inseguridad producida por la guerrilla y los carteles de la droga, porque de alguna manera la seguridad jurídica es más confiable que la de Venezuela. Y yo adjudico todo ello al hecho de que los colombianos nunca dejaron de amar a su patria y sentirse orgullosos de ella.

Siempre manifestaron orgullo por su himno nacional, que según ellos sostienen, es el segundo himno más hermoso después de la Marsellesa, el himno nacional francés. Se sienten orgullosos de que su país esta bañado por tres de los diez ríos más grandes del mundo: el Magdalena, el Amazonas y el Orinoco. Bailan su música y la llevan a todas partes. Tuve la oportunidad de vivir en Margarita a mediados de los años 90s, y en la isla residían por lo menos 3 orquestas de música vallenata...y Margarita está en el extremo más lejano para los colombianos!!!! Son orgullosos de sus futbolistas, juegan al fútbol a donde quiera que van y siguen el campeonato de su país como si aún estuvieran viviendo en él. En pocas palabras, viven sus costumbres y su gentilicio con orgullo.

No así los venezolanos. Y en la próxima entrega hablaré de cuáles son las causas que pienso produjeron esa realidad.

sábado, noviembre 04, 2006

¿Por qué decidí escribir este Blog?

Cuando era adolescente leí varios libros de Herrera Luque y otros historiadores y compré la idea de que el perfil de la gente que los exploradores financiados por la Reina Española escogían para sus viajes a la que luego fue conocida como América tuvieron un gran impacto en la evolución de nuestras sociedades latinoamericanas.

Al emigrar a Estados Unidos a mediados del año 2002, durante el turbulento año en el que ocurrieron los eventos del 11 de Abril y el paro general que terminó con el despido de la mayoría de los empleados de PDVSA, muchos no-venezolanos me preguntaban acerca de lo que estaba pasando en Venezuela. Mi respuesta invariable era la pregunta ¿Tienes una hora para que te explique? Y es que era el mínimo tiempo necesario para explicarles que, no, lo que ocurrió el 11 de Abril no había sido un golpe de estado planificado con anterioridad; que las acciones que se tomaban por ambos lados no podían ser analizadas desde el punto de vista de la realidad norteamericana porque nuestras instituciones funcionan de una manera muy diferente a las de Estados Unidos, porque la economía es completamente diferente tanto en tamaño como en composición, porque nuestra composición social es muy particular y porque nuestra historia política ha sido muy particular.

Desde los días que leí a Herrera Luque y otros historiadores, quise escribir un ensayo titulado algo así como "La Pérdida de la Identidad Nacional". Nunca lo inicié porque no disponía de la disciplina para hacerlo, porque pensaba que necesitaba aprender muchas más cosas y porque no sabía por donde empezar. Con el tiempo concluí que en realidad no es que habíamos perdido nuestra identidad, sino que nunca hemos tenido una propia. Me refiero a que hay rasgos y costumbres de los habitantes de ciertos países que los definen unívocamente y que los hace sentirse orgullosos e identificados con su país. Nosotros no. ¿Cuantas veces la gente dice cosas como "..eso es hecho aquí..." haciendo entender que lo considera de baja calidad? Así mismo tenemos la percepción no aceptada abiertamente que los "extranjeros" son más capaces o ilustrados o inteligentes o responsables que los venezolanos, y por eso tendemos a investir con respeto, admiración y confianza a cualquiera que se "vea" extranjero, sobre todo si cuenta con un apellido de origen no español y es caucásico de ojos de color diferente al castaño.

México es un país que tiene muchas afinidades con Venezuela. Y a pesar de que hay particularidades de su sociedad con las cuales no comulgo, hay algo que les admiro: Se sienten MUY orgullosos de ser mexicanos. Sienten orgullo de su historia, de sus raíces olmecas, mayas, aztecas entre otras. Sienten orgullo por sus deportistas. Sienten orgullo por su bandera. Sienten orgullo por sus bellezas naturales. Sienten orgullo por su comida y su música. Y defienden a su país y su gente. Y todo esto a pesar de que las diferencias socio-económicas son más radicales que en Venezuela. Y entonces el país es reconocido mundialmente por sus pirámides, por su comida, por su música, por sus playas. ¿Quién no ha disfrutado de un taco?

Así mismo, países que parecieran tener menos recursos y tamaño que Venezuela, que no tienen la mina de mineral de hierro a cielo abierto más grande del mundo, que tiene el salto de agua más alto del mundo, que produjo el mejor cacao del mundo, que produjo uno de los mejores cafés del mundo, que produce unos de los mejores camarones del mundo (según el profesor Giacoppini hijo), que siendo un país mediano cuenta con prácticamente todos los climas dentro de su territorio y tantas otras cosas que deberían hacernos más conocidos a nivel mundial diferentes a identificarnos con unos frívolos donde lo único importante es la apariencia y la demostración de afluencia.

Y esta actitud de desdeño por lo propio se refleja en la desunión que se observa entre los emigrantes que confluyen en algún destino allende. Y ese fenómeno no es exclusivo de esta generación de emigrantes. Mis padres tuvieron la oportunidad de vivir en Italia y Estados Unidos en las décadas de los 50s y los 60s, y les oí comentar muchas veces como entre los venezolanos no se veía la unión y el apoyo que se produce naturalmente entre personas de cualquier otro gentilicio que se ven obligados o deciden mudarse de su país. Esa comunión se observa en Venezuela con muestras evidentes: ¿Cuantos clubes Italo-Venezolanos hay en el país? ¿Cuantos hogares hispanos? ¿Y asociaciones de diversas índoles que convocan la participación de originarios de un país específico? Cubanos, judíos, árabes, croatas, húngaros por nombrar los que conocí personalmente.

En cambio, hasta ahora nunca he visto una sede física que agrupe a los venezolanos que residen en alguna población de otro país, que despliegue con orgullo la bandera venezolana, que periódicamente organice actividades exitosas para mostrar lo venezolano: comidas, costumbres, historia, arte, deportes, bellezas naturales. Un efecto que ha tenido la situación política actual del país es que ha hecho que los venezolanos en el extranjero, muy especialmente los que han emigrado en los últimos 8 años, se sienten mucho más inclinados a identificarse como venezolanos. Se ven muchos carros con la banderita autoadhesiva pegada en alguno de los vidrios. Pero no se ha llegado al punto donde en verdad se sientan impulsados a mantener una relación plural con todos los venezolanos que residen en la misma ciudad. Ciertamente hay algunas iniciativas, y claro que eso se debe a que el número de emigrantes ha crecido muy aceleradamente. Pero todavía se ven grupos pequeños y no una gran familia única de venezolanos.

Todas estas experiencias y vivencias me hicieron entonces retomar la idea de escribir un ensayo, pero no explicando simplemente por qué nuestra identidad no está bien definida e identificada a nivel mundial, sino explicando a los que no son venezolanos - y a algunos que si son - las razones por las cuales Venezuela ha llegado a la situación actual. Y ahora que he descubierto las capacidades de este medio, decidí hacerlo aquí. Para no tener que esperar a terminar todo el contenido antes de compartir estas ideas con ustedes.

En las siguientes entregas voy a analizar lo que a mi parecer son las características de nuestra sociedad que llevaron al país a la situación que está viviendo actualmente. Y voy a tratar de explicar por qué concluyo que Venezuela va a tardar mucho tiempo en llegar a ser un país de primera línea mundial, aunque empecemos desde ya a hacer los movimientos acertados en la dirección de lograrlo.

Me gustaría recibir comentarios y aportes. No pretendo tener la verdad absoluta ni saberlo todo. Pero si quiero aprender lo que no sé e incluirlo en este documento para que sea una buena base para el entendimiento de lo pasa en Venezuela. Lo único que si pido es respeto por las ideas contrastantes. Me parece que ambos bandos que se oponen en el país han caído a niveles muy bajos al hacer demasiado énfasis en la ridiculización, vejación y descalificación de las ideas y personas con las que no están de acuerdo. Precisamente unas de las razones por las que el país está en esa situación tan difícil es la intolerancia y la falta de respeto. Aportemos nuestro granito para superar ese defecto. Y por favor, siéntanse en libertad de compartirlo con cualquier otra persona que no esté en la lista de distribución.